domingo, 3 de enero de 2010


El farolero



Todas las tardes salíamos de casa vestidos de limpio y bien peinados para ir a la lechería, bajando la cuesta jugábamos a tapar la calle que no pase nadie…
solíamos cruzarnos con el farolero que venía desde abajo, siempre llevaba el cigarrillo en los labios y una larga vara con una llamita en la punta con la que iba encendiendo los faroles.
En cuanto le veíamos aparecer nos arremolinábamos alrededor de la criada y poníamos las manos atrás, seguíamos caminando como si nada pero sin atrevernos a abrir la boca.
El hombre iba subiendo lentamente parándose en cada farol, la claridad del cielo de verano mitigaba las tenues luces recién nacidas.
Cuando llegaba a nuestra altura nos miraba fijamente con cara severa y de detrás de su bigote siempre salían las mismas palabras:
- las manos atrás!
El se divertía con ese juego y se sentía satisfecho de su autoridad, nosotros no entendíamos muy bien por qué nos reprendía pero como niños disciplinados le obedecíamos sin protestar.
Es una pena que los faroleros hayan dejado de existir hace tiempo.
Después de muchos años no lo hemos olvidado.

1 comentario:

  1. Anónimo8.1.10

    Es curioso, yo tambien me acuerdo del farolero a pesar de mi corta edad, lo que no recuerdo es lo de las manos atras.
    Gracias por la foto, la he archivado en mi carpeta de fotos para el recuerdo, me gusta verlas de vez en cuando.
    Besos,
    Emilio.

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